lunes, 17 de diciembre de 2007

El Sueño del Náufrago

Yo soy un yahoo*. Mis compañeros también lo son. Antes de llegar a estas tierras, procedentes del país de los caballos sabios que nos gobernaban con puño de hierro por causa de nuestra ignorancia, negábamos que fuéramos lo que somos, queríamos ser simplemente hombres. Por eso vinimos hasta aquí, inspirados por aquel viajero que hace tantos años llegó a nuestro país.

Se llamaba Gulliver, y el fue quien nos enseñó que sólo con inteligencia y dejando de lado nuestro salvajismo podríamos llegar a ser hombres civilizados y gobernarnos a nosotros mismos.

Algunos de nuestros antepasados aprendieron de sus palabras y decidieron entonces que debíamos cambiar, que debíamos aprender a ser hombres y no unos yahoos inmundos a los que unos caballos inteligentes gobernaban.

Cuando llegamos hasta esta tierra en nuestro maltrecho barco creímos que habíamos alcanzado el sueño del que habló nuestro guía, Gulliver, sobre todo debido a la expectación que causó nuestro origen oculto y a la incredulidad que provocó el viaje moral y físico que realizamos.

Nuestros ojos se maravillaron durante algún tiempo, empezamos a comprender lo que el viajero Gulliver nos contó sobre los valores de la democracia, sus antiguos orígenes y logros nacidos en aquella esplendorosa y antigua ciudad llamada Atenas.

Pero al cabo de un tiempo de vivir entre los hombres nos empezamos a preguntar si el viajero Gulliver no habría mentido a nuestros antepasados con sus historias a cerca de los valores sociales y democráticos de las sociedades donde los humanos eran la raza superior y gobernante.

Empezamos a preguntarnos por qué nos habría mentido al ver como la democracia de los atenienses se había convertido en un reflejo distorsionado de los que habíamos aprendido.

¿Dónde estaban el bien común propugnado por los atenienses y divulgado por el viajero? ¿Dónde estaba el sistema democrático de elección directa? ¿Dónde estaban las asambleas del pueblo y la dualidad de poderes que se podían auto controlar de forma que no se derivasen nunca en la autarquía o dictadura, salvo que momentáneamente y bajo determinadas circunstancias el pueblo decidiera que fuera así?

No entendemos como en un sistema teóricamente democrático, únicamente hay una corriente de pensamiento que detenta los mecanismos para ganar siempre las elecciones. Los únicos que pueden ejercer el control mediático, los únicos que la sociedad cree que existen, o al menos los únicos que teóricamente son buenos para desarrollar las funciones políticas.

Aprendimos que en esta sociedad los valores éticos se extinguen, sobre todo a la hora de intentar llegar al gobierno de cualquier país.

Antiguamente los griegos practicaban el ostracismo o destierro con aquellos que habían demostrado por medio del ejercicio político confiado por el pueblo, que eran incapaces de desarrollar este ejercicio sin que fuera perjudicial para la sociedad o para el estado. En ese caso se les desterraba en menos de diez días durante diez años. Después de ese tiempo podrían volver a intentarlo y el pueblo podría volver a utilizar su poder de veto sobre el individuo en caso de que volviera a hacerlo mal.

En la democracia en la que vivimos nadie se marcha por muy mal que lo haga, nadie es condenado por gobernar mal y ni tan siquiera por robar al pueblo.

Ni siquiera el pueblo demanda esa capacidad perdida, sino que elección tras elección vota a unos partidos políticos que no solucionan nada ni gestionan, y que, además, han apartado a lo largo de la historia al resto de grupos minoritarios participantes de las democracias actuales y que nunca tienen más que una representación simbólica, debido a su incapacidad de dar opinión en los medios de comunicación, o por su valentía para querer de vez en cuando decir alguna verdad.

El destierro es a veces practicado por los propios dirigentes vencidos en las elecciones pero no como reconocimiento de sus errores sino mas bien como medida para no hacerse notar y que de esta forma los fallos cometidos no perjudiquen a su siguiente candidato, y no como reconocimiento de los errores cometidos.

Nosotros los yahoo, ya integrados en este sistema, hemos decidido a pesar de la oportunidad concedida por la democracia moderna, no votar a ninguno de esos partidos mayoritarios que intercambian el poder en un bipartidismo manifiesto encubierto por la tan idolatrada democracia.

No creemos que el bipartidismo sea democrático y por lo tanto no practicaremos el acto manifiestamente amoral que supone el votar a unos partidos que no quieren practicar la democracia más que para la alternancia de su poder y el arrinconamiento de ideas puras o tan solo originales.

Consideramos que es digno de ser gobernados por caballos el depositar el poder del pueblo en unos representantes que engañan, convierten en ignorantes de la propia democracia a quienes les votan y, sobre todo, les alejan del poder de elegir su destino.

Nosotros, los yahoo, éramos unas bestias en nuestra isla y los caballos eran los seres inteligentes. Cuando nos marchamos de allí, nunca pensamos que la evolución de la inteligencia social y democrática era la dictadura del bipartidismo en lugar de la multiplicación de ideas y cultura.

Por eso estaremos aquí y opinaremos para intentar dejar de ser los salvajes a los que otros gobiernan solo por el hecho de habernos convencido de que no nos podemos gobernar a nosotros mismos porque ellos son caballos inteligentes y nosotros unos simples yahoo.

Los náufragos yahoo.


* En Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, un yahoo es una criatura salvaje, sucia y de costumbres desagradables, que se parece demasiado a los seres humanos para el gusto de Lemuel Gulliver, que prefiere la sociedad tranquila y racional de los Houyhnhm. Estos son criaturas con apariencia de caballo.

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