lunes, 14 de enero de 2008

Democracia a la Carta: De Postre “Los Monegros”

Nos ha llegado la noticia en plena euforia consumista navideña para pasar desapercibida, y entre langostino y polvorón nos la hemos tragado sin masticarla si quiera.

Y ahora a digerir que nos convertiremos en “Las Vegas” de Europa. Pero, ¿alguien lo incluyó en el menú? No, claro que no. Esta es la política de "yo te lo guiso y tú te lo comes". Primero vendemos las playas a nuestros vecinos con pasta, después el alma al diablo y ahora nuestra dignidad al mejor postor.

Irrefutable prueba de lo prescindibles que somos los del populacho, los que sólo pagamos impuestos y hacemos el paripé de votar de vez en cuando. La clase sufridora.

Sufridores, sí, como los del “Un, Dos, Tres”, que veían cómo el concursante de turno la cagaba sin poder hacer nada.

Democracia: Gobierno del Pueblo. La mejor campaña de marketing jamás contada. “Compre esta magnífica Democracia del siglo XX y llévese esta fantástica Dictadura del Dinero de regalo, que le hará sentirse libre como si lo fuera”.

¿Como oponerse a semejante proyecto que va a hacernos ricos a “todos”?.

1.000 millones de euros al año para el gobierno central y 600 para el autonómico sólo en impuestos, y ni hablemos de los 65.000 puestos de trabajo que se van a crear.

Sólo un loco podría oponerse a semejante milagro, y más ahora que la gallina de los huevos de cemento anda en baja forma. Solamente hay que cambiar una pequeña ley que anda incordiando por ahí, una que prohíbe que haya más de un casino por provincia, ... que tontería.

Menos mal, que por suerte vivimos en democracia y este tipo de flecos no son problema. Como bien dice el refranero castellano, “quien hace la ley, hace la trampa”, o sea, el político.

Claro, que puestos a cambiar leyes por una buena causa, a uno se le podrían ocurrir muchos otros negocios rentables para el gobierno, y por tanto para “todos”, a cambio de una pequeña trampa.

¿Qué es eso del suelo rústico? ¿Y los parques nacionales? A quién se le ocurriría semejante chorrada. Con la cantidad de dinero que se podría hacer construyendo grandes complejos turísticos en Ordesa, en Picos de Europa, en los preciosos parques de los Pirineos o en el mismísimo volcán del Teide. Sólo habría que cambiar alguna que otra ley y punto.

También alguno podría pensar en legalizar la cocaína. ¿Cómo no se nos habrá ocurrido antes?, eso sí, grabándola como al tabaco o al alcohol. Sobre todo teniendo en cuenta que en Europa estamos a la cabeza en el consumo. Nos saldría un negocio redondo.

¿Quién sería el memo que dijo aquello de que “el fin no justifica los medios”? Seguro que murió pobre, no como nosotros, que moriremos ricos, cueste lo que cueste y por encima de quien sea.

Al margen ya de los daños colaterales que este gran negocio de “Los Monegros” ocasione, (ludopatía, mafias, pelotazos urbanísticos, etc.), lo más preocupante del asunto es la hipocresía de la clase política española.

Cosas de la vida, el pacto de sangre se cierra justo en el momento en el que España saca pecho en la cumbre de Bali en defensa del medio ambiente. Y sin despeinarnos llamamos a todos los países de este mundo destartalado a luchar juntos para frenar el infrenable cambio climático.

¿Y qué mejor forma de empezar a salvar el planeta que construyendo un monstruo como el de “Las Vegas”?

Es una lástima, porque como diría algún gallego, es una cuestión de conceptos.

Cuando parecía que por fin alguien había entendido el concepto, resulta que no han entendido nada. No han entendido que para evitar que el planeta se convierta en un desierto hay que decrecer, renunciar a los privilegios a los que nos ha malacostumbrado el siglo XX, renunciar al consumo desenfrenado, y que me perdone la élite neoliberal.

Que pena que la hipocresía y el negocio estén por encima del sentido común. Y que pena que el pobre sufridor no pueda hacer nada cuando ve que el torpe concursante se va a quedar con la calabaza.

Y así, entre unas cosas y otras, poco a poco y sin darnos cuenta, vamos llevando a España bien arriba, tanto que seguir su ritmo resulta cada vez más complicado. Seguro que ya existe un plan para hacer de mi casa, que no es mía, un productivo centro comercial.

Tendré que empezar a pensar en un sistema para ganar en la ruleta aragonesa sin terminar cayendo en la ruleta rusa.