lunes, 15 de febrero de 2010

Un Alcalde Nuclear

“Ponga un almacén nuclear en su vida” debería haber sido el eslogan electoral de cualquiera de esos alcalduchos de pueblo que se han lanzado a la piscina radioactiva en las últimas semanas.

No vamos a hablar de si la energía nuclear es buena o mala idea, por mucho que me tiente, o de si el Almacén Temporal Centralizado de Residuos Radioactivos es peligroso o seguro. Tampoco nos proponemos en este artículo especular sobre sus posibles consecuencias a largo plazo, a pesar del nombre tan cachondo que tiene, “temporal”… Los residuos sólo van a estar ahí 100 años…

El tema de hoy es el siguiente: ¿Quién les ha dado permiso a estos caciques de pueblo y sus secuaces para tomar este tipo de decisiones que tantísimo van a afectar a las generaciones futuras de esas regiones? ¿Tiene un alcalde la capacidad de decisión y el criterio suficiente para decidir el destino de un pueblo tan a largo plazo? Y voy mas allá, ¿tienen realmente estos engreídos del ayuntamiento la autoridad para hacer lo que les plazca? ¿Dónde está el límite? ¿Hasta dónde pueden llegar en sus delirios?

Aquí volvemos a tocar aquel tan delicado tema del que nuestros politiquísimos no quieren ni oír hablar, que es el de la democracia participativa. Está bien, está bien, dado que a estos caciquillos se les atraganta el cordero cuando oyen hablar de participación,… sí, PARTICIPACIÓN, voy a rebajar el nivel democrático del discurso. Hablemos de la democracia representativa, que al fin y al cabo es la que tenemos.

Incluso aceptando el gran engaño de la democracia representativa, que difícilmente tiene en cuenta las prioridades de los ciudadanos, cabe preguntarse dónde están los límites a esa representación. No tengo certeza, pero supongo que ni el alcalde de Yebra, ni el de Zarra, o el de Villar del Pozo, por poner algún ejemplo, decían en sus programas electorales algo así como “ ..Y detrás del nuevo campo de fútbol irá este precioso Almacén Temporal de Residuos Radioactivos. …”

El caso nuclear es bastante excepcional por sus consecuencias, que no por su naturaleza, pues este modelo de “ideas de casquero”, que prosperan al margen de la opinión de los ciudadanos, se extiende a lo largo y ancho del Reino sin que a nadie parezca importarle, como si de una tradición heredada de tiempos feudales se tratara.

No recuerdo, por ejemplo, que en ninguno de los programas electorales de Fe de Rico se hablara de aparcamientos disuasorios para la estación del cercanías, de “prestar” terrenos a colegios privados religiosos, de ampliar el vertedero sin previa consulta, de prohibir a los ciudadanos la intervención en los plenos municipales, o de construir aparcamientos de lujo para los concejales.

Estas cosas las hacen de forma dictatorial amparándose en que “el pueblo” les ha dado su confianza y respaldo para ello. Pues no, muy señores míos, que todos esos eventos y comilonas no les nublen el juicio. No se equivoquen. El pueblo les da permiso sólo para llevar a cabo el programa que han presentado en la feria electoral, nada más, el resto debería ser sometido, cuanto menos, a votación pública, y ni siquiera aprobado por mayoría, sino por consenso, porque en el pueblo vivimos todos, y su trabajo, les recuerdo, es gobernar para nosotros, para todos, no sólo para sus amigos.

¿Para cuando la Agenda Local XXI en Colmenar Viejo? ¿Se acuerdan? No me digan que no saben lo que es, pues ya se lo hemos explicado en alguna ocasión.

Ustedes trabajan para nosotros. Nosotros les pagamos las facturas. Que no se les olvide.