lunes, 25 de enero de 2010

Con pólvora del Rey

Han pasado ya cinco meses y medio y mi indignación no merma. Cada vez que paso por la Plaza del Pueblo de Colmenar Viejo se me encogen las tripas. Pedazo de obra para un aparcamiento de tan sólo 46 plazas. Ah, perdón, es ampliable a 50. Navegando por la red de redes encontré la nota de prensa de la inauguración de la nueva Plaza el pasado 30 de Julio. El coste del aparcamiento fue de 2.137.625 eurazos.


Echando la cuenta de la vieja me sale la friolera de 46.470,11 Euros cada plaza de aparcamiento. Algo más de siete millones setecientas mil pesetas… Casi ocho millones de pesetas por plaza en el corazón de Colmenar Viejo. Ni que fuera Picadilly Circus.

Originalmente el aparcamiento se proyectó para tener dos plantas, cosa que habría optimizado sustancialmente la relación euro/metro. Pero la cosa se complicó y no fue posible profundizar una segunda planta, aunque esto no fue impedimento para terminar la obra a cualquier coste.

Nuestro señor alcalde Sr. De Federico puede presumir de tener la plaza reformada con los aparcamientos más caros que Madrid, Londres o Nueva York. Y todo para que algunos tengan el privilegio de no mover su culo en estos días tan fríos y aparcar plácidamente debajo de su centro de trabajo. Sin esfuerzos. En mi humilde opinión hay muchísimos problemas más importantes que un aparcamiento de 46 plazas con un coste de más de 2,1 millones de Euros. ¡Es muchísimo dinero! Pero en este pueblo nadie dice nada. Nos conformamos con lo que nos ponen o con lo que nos dan o nos quitan. Desafortunadamente, y a pesar de todo lo que quiero a esta villa, tengo que decir que sus ciudadanos no valen para quejarse, para protestar, para reivindicar una buena gestión, sensata, social y popular.

Si la memoria no me falla, hace unos años, allá por el 2005, el Sr. De Federico se comprometió con los vecinos del barrio de Santa Lucía, entre otros, a que reformaría las infraestructuras de la urbanización con el dinero que obtendría de la venta del campo de fútbol de La Corredera. El campo se vendió y a día de hoy nos ha dejado un engendro de ladrillo y hormigón que parece que nos acompañará a lo largo de los tiempos. Y sin embargo esta vez cumplió su palabra: la urbanización Santa Lucía, entre otras, renovó sus infraestructuras y ahora gozan de nuevas calles, aceras y alumbrado.

Casualmente es la misma urbanización donde vive el señor alcalde.